La interpretación de la música en este estilo es la característica más representativa, ya que este baile no está sujeto a ningún tipo de coreografía o secuencias, es la chispa o duende de la bailarina lo que más valora el público, y la técnica queda en segundo lugar detrás de la interpretación. Sin embargo, a pesar de que el baile es improvisado, esta característica no debe apreciarse, resultando un baile de movimientos de cadera, brazos y manos sinuosos y elegantes.
Los movimientos en este estilo son delicados y pequeños. Destacan las vibraciones de cadera y los desplazamientos cortos.
En las primeras manifestaciones históricas de este estilo los brazos casi no tenían movimiento, no se elevaban en ningún momento por encima de la cabeza de la bailarina y se pegaban a veces al cuerpo o al rostro en una actitud intimista o permanecían haciendo figuras, por ejemplo en bandeja o con los brazos en L, uno hacia arriba y el otro hacia el suelo con las palmas mirando al cielo.
El vestuario de la bailarina suele estar decorado con lentejuelas, flecos, pedrería e incluso puede ser fiel a la indumentaria femenina egipcia antigua con finas muselinas. La diferencia con el vestuario de otros estilos como el libanés es que este suele ser más sencillo. Muchas veces la bailarina, si no danza con una túnica que cubra su abdomen, lleva una red, malla o gasa fina que une el sujetador o top con el fajin y la falda, en Egipto de hecho hay una ley que obliga a las bailarinas a cubrirse de este modo o cubrir su ombligo con una piedra preciosa o joya, solo las bailarinas más famosas pueden bailar mostrando esta zona sin temor a ser multadas, en occidente sin embargo las bailarinas no tienen problema alguno a la hora de elegir su vestuario. El fajín además se lleva bajo, a la altura de la cadera en lugar de en la cintura. Las bailarinas danzan generalmente descalzas.